Aunque sea puntual, ¿qué impacto puede conllevar un comportamiento edadista?
Quiero compartir una historia real.
Previo a la pandemia, fui responsable de un programa de voluntariado que se desarrollaba en centros de mayores.
El 5 de diciembre del 2018 (Día Internacional del Voluntariado) acudí a uno de los centros, al homenaje que habían organizado para sus personas voluntarias. Todas ellas eran personas de edad (74 años de media).
Al finalizar el acto, se me acercó uno de los voluntarios.
Me contó que durante su etapa profesional se había dedicado a la hostelería y que, aprovechando la jubilación, se propuso recuperar todo el tiempo perdido a causa de un trabajo tan esclavo.
Le pidió a su hijo que le enseñara algo de informática, y su hijo le vino a decir lo que lamentablemente a veces decimos en estas ocasiones, y que, con sus diferentes variantes, puede resumirse en el siguiente mensaje: “Esto ya no es para ti, no te vas a enterar de nada, va a ser una pérdida de tiempo para los dos.”
Pero lejos de dejarse influenciar por su hijo, decidió apuntarse como alumno a las clases de informática del centro de mayores.
Progresivamente fue adquiriendo conocimientos y habilidades, hasta que, transcurrido un tiempo, pasó de ser un analfabeto digital a ser uno de los monitores del taller.
Y es más: llegó un momento en que fue su hijo quien empezó a hacerle consultas sobre informática.
Justicia poética en estado puro. Todavía recuerdo su cara de extrema satisfacción mientras me lo contaba.
Esta anécdota la suelo contar en talleres sobre edadismo, comparándola con la película de Matrix.
Me explico:
Quien haya visto la película de Matrix recordará que, en cierto momento, el protagonista tiene que elegir entre dos píldoras: la píldora azul, si decide mantenerse en la comodidad y tranquilidad que le ofrece una realidad falsa; y la píldora roja, si decide salirse de esta falsa realidad para afrontar (y vivir en) la realidad auténtica.
Haciendo analogía, cuando el hijo se negó a enseñarle informática porque “esto ya no es para ti, no te vas a enterar de nada, va a ser una pérdida de tiempo para los dos”, al padre le hicieron escoger entre las dos píldoras.
Afortunadamente escogió la roja: esto es, afrontar positivamente el desafío que le planteaba una nueva realidad.
Ahora bien, ¿qué habría pasado si hubiera escogido la píldora azul? Entrando en el campo de los supuestos, podría haber ocurrido algo parecido a lo siguiente:
Así que sí: un comportamiento edadista, aunque sea puntual y aislado, puede tener una repercusión bastante mayor de lo que pensamos.
Afortunadamente el final de esta historia fue feliz, porque escogió la píldora roja.
(Esta historia tiene spoilers, aunque creo que aviso demasiado tarde).
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