RETALES
Muchas veces nos obsesionamos tanto con hacer, que nos olvidamos de saber qué es lo que hacemos y por qué lo hacemos; así que, por mucho que hagamos, es posible que no estemos haciendo nada.
Frente a nosotros, oculto tras un telón, aguarda la horizontalidad del futuro y la verticalidad de sus acontecimientos.
Los faros orientan con su luz a los barcos. Así que cuando los faros no iluminan, hay barcos que corren el riesgo de naufragar en el mar.
Cada uno de nosotros orientamos con nuestra luz a otras personas. Así que cuando no iluminamos, hay personas que corren el riesgo de naufragar en la vida.
A veces tenemos la vista tan centrada en el pasado que no vemos cómo corre el futuro hacia nosotros, con la intención de abrazarnos o hacernos un placaje.
Otras veces nos genera tanta ansiedad el futuro que, cuando toca afrontarlo, olvidamos apoyarnos en la experiencia del pasado.
Y otras estamos tan centrados en el presente que renegamos de gran parte de nosotros mismos: el pasado, que es lo que ya hemos sido y lo que nos ha llevado a lo que somos; y el futuro, que es lo que en nada seremos gracias a lo que ya somos y a lo que hemos sido.
Basta la tímida luz de una vela para que la oscuridad abisal en la que has construido tu refugio pueda transformarse.
De entre todos los números, del cero al infinito, el cero es el único verdaderamente diferente.
El único número con valor diferencial, del cero al infinito, es el cero.
El cero es la cifra más valiosa de todas.
Quiero tener hijos, y cuidarlos, y ayudarles a crecer, y ecucarlos para que vayan por el buen camino.
Pero no quiero hijos de carne y de hueso, sino hijos de propósito y metas.
Hijos cuya existencia impacte positivamente en otras personas.
Hijos que contribuyan al cambio desde el mismo momento de darles a luz.
Contemplando el horizonte sin final del océano descubro que la inmensidad no está en él, sino dentro de nosotros.
Cuando en tu vida estás en guerra, o incluso en paz, siempre pierdes.
Cuando tu vida es una sucesión de batallas con breves periodos de paz, ahí sí puedes ganar.
Busco que me hagan día a día.
Busco acontecimientos que me golpeen fuertemente y me vayan forjando como a un hierro candente.
Una pieza de hierro amorfa, una persona en bruto, sólo sirven para ser.
De las buenas personas, las buenas personas de verdad, no hay que hacer monumentos de bronce, sino de arena nómada. Así el viento los puede mover de un sitio a otro, haciéndolos llegar a todos los rincones del mundo.
Ser contracultura es ser una persona que va en dirección contraria a la masa.
La persona, alejándose de un incendio.
La masa, dirigiéndose a él.
El destino es ir.
Nunca llegarás al destino, pero mientras vas, en él estás.
Si ya vas, sigue.
Si todavía no vas, empieza.
Yo ya voy.
Y tú, ¿ya vas?
Si es así, vamos ya a celebrar que ya vamos.
Ojos que ven, corazón que se fortalece.
Somos los incomprendidos, y nos hemos rebelado.
Estamos prendiendo fuego al mundo.
Ahora, el mundo finge que nos comprende.
Ahora, nosotros tampoco nos comprendemos.
Y de pronto se hizo la oscuridad, y tuvimos que aprender a iluminarnos.
Pero cada uno se iluminó a sí mismo, en vez de iluminarnos unos a otros.
No aprovechamos la oportunidad de cambio que nos brindó la oscuridad.
Así que, aunque nos iluminamos, no vimos.
Hago, luego dudo.
Dudo, y tengo miedo.
Tengo miedo, así que no hago.
No hago y dejo de dudar.
Fin.
Estoy en una plaza.
Veo a un montón de pájaros piando, pero no les oigo.
No oigo piar a la multitud de pájaros que me rodea.
Y el atardecer luminoso y naranja lo veo plano y gris.
Tarde silenciosa monocromática que progresivamente se torna en negrura.
Muchas personas entran en el Túnel.
Algunas se desorientan y no salen.
Otras se acomodan y no quieren salir.
Algunas salen cegadas.
Otras salen liberadas.
No se puede hacer todo en esta vida.
Por eso he decidido rebajar expectativas y limitarme a hacer casi todo.
Mientras subo a la cumbre tengo la sensación de encontrarme en un punto indeterminado, rodeado de otros tantos infinitos puntos indeterminados que no me ayudan a orientarme.
Para saber donde estoy no tengo que seguir subiendo para tener una mejor perspectiva; sino bajar, detenerme tranquilamente en el cruce de partida, y averiguar a qué destinos llevan sus caminos.
Quien algo cree que quiere, algo le cuesta.
Quien algo quiere de verdad, algo le sangra.
En ocasiones no somos. Y en otras, somos en todas partes.
No las dejan los visionarios, los empresarios, los líderes, los gurús, los mandatarios o los sabios. Las huellas verdaderamente profundas, perdurables y auténticas se dejan desde la más humilde inocencia.
Pertenezco a esa afortunada clase compuesta de perdedores que en ocasiones somos ganadores, que vivimos entre la frustración y la esperanza, que intentamos cambiar el mundo y que de vez en cuando lo logramos, y que tenemos muy claro qué es lo que queremos.
El mundo está lleno de oportunidades, y no vamos a por ellas.
Oportunidades para prosperar, para ser más felices, para crecer, para ayudar, para descubrir, para avanzar.
Las tenemos delante, a veces bien visibles, a veces torpemente escondidas. Y no vamos a por ellas, ni aunque estén a escasos centímetros.
No vamos a por ellas ni aunque las podamos rozar con los dedos simplemente extendiendo un brazo.
¿Qué nos pasa?
El Ser Humano ya es inmortal desde hace mucho tiempo.
Perdón, me he equivocado. Quería decir inmoral.
La selva está en silencio.
El apetito desmedido del león, su autoproclamado rey, le llevó a devorar a todos sus súbditos.
Y ahora es la selva quien está devorando al león, y el león no puede huir; porque altos son los muros que delimitan la selva.
No entendieron bien lo que significa innovar, así que, desde la ignorancia del problema a solucionar, inventaron el lápiz que desdibuja y la goma que fija.
Pero sí supieron muy bien cómo venderlo, hasta el punto que ahora no sabríamos vivir sin un lápiz que desdibuje y una goma que fije.
Confían cuando caminas; desconfían cuando haces camino.
Además de las verdades como puños, también están las verdades como almohadas: blanditas, suaves, cómodas, que te invitan a recostarte en un lecho de laureles; verdades tan peligrosas que, si abusas de ellas, pasas del sopor al sueño profundo, y del sueño profundo a la muerte en vida.
Hay que ponerle alma a todo lo que hagamos.
Un pedazo de nuestro propio alma.
Arrancarnos un trozo sin miedo: el alma rápidamente se regenera.
Y cuanto más la usamos, más grande se hace.
Querer no es poder. Poder no es querer. Querer y poder se aman, querer y poder discuten. Aunque a veces las confundamos lo cierto es que querer y poder son muy diferentes, pero igual de cierto es que querer y poder no saben vivir la una sin la otra.
No hay nada más sencillo que convertir las debilidades en fortalezas, pero nos empeñamos en algo tan complicado como es convertir fortalezas en debilidades.
Cuando dejas de controlar el mundo pasas a controlar tu vida, y solo cuando controlas tu vida puedes lograr un cambio en el mundo.
Cuando haces: A veces ganas, a veces pierdes, siempre avanzas.
Cuando no haces: Tú no avanzas, todos perdemos.
A mayor compromiso, mayores riesgos.
A mayor esfuerzo, mayores contratiempos.
A mayor compromiso y esfuerzo, mayores avances.
Solo sé que no sé nada.
Y que quiero saberlo todo.
Y que la ignorancia es felicidad.
Y que quiero ser feliz.
Así que no sé.
La salud mental de uno termina donde comienza la salud mental del otro.
En un desierto muéstrate siempre agradecido de lo limitado que puedas llevar, y no malgastes nada de lo poco y escaso que logres encontrar.
Y empieza ya, porque la vida es un desierto.
Nacemos con un bloc en blanco bajo el brazo, y generalmente morimos sin siquiera habernos hecho con un lápiz con el que garabatear algo.
Hay buenas personas tan silenciosas y discretas que en ocasiones se esfuman, dejando profunda huella pero nada que las recuerde.
Hay buenas personas que existen pareciendo que no existen.
Parecen que no existen, sobre todo, para ellas mismas.
En la vida hay trenes que pasan demasiado pronto o demasiado tarde, que se paran sin haber llegado a destino o que alargan de más el trayecto, que se equivocan de vía, e incluso los hay que descarrilan.
Y luego está el camino de toda la vida, a pie, que vas haciéndote tú mismo, sin maquinistas que te lleven ni revisores que te cobren por el viaje.