Recientes estudios llegan a la conclusión de que Roma pudo haberse construido en tan solo un día.
Acueductos y columnas, templos y arcos, palacios y mausoleos habrían lucido igual, si bien hechos de poliexpán, cartón piedra y palitos de helado.
Pero los arquitectos e ingenieros romanos, prudentes y sabedores de que los materiales baratos no eran los más idóneos para construir imperios respetables, se decantaron por la dedicación y la vocación, por el esfuerzo y la paciencia, por la nobleza del mármol y la fortaleza del mortero.
Es por eso que aún hoy, muchísimos siglos después, persiste su huella. Y la visión de la Ciudad Eterna reconforta e inspira a idealistas, visionarios y emprendedores.