En la Grecia antigua el ciudadano guerrero recibía el nombre de hoplita, término que provenía del hoplon: un enorme escudo de casi un metro de diámetro, cuya mitad izquierda protegía a quien lo portaba, mientras que la mitad derecha protegía a su compañero de al lado.
Así, el éxito en la batalla derivaba en gran medida del trabajo en equipo, la solidaridad y la hermandad entre los conciudadanos guerreros.
Me imagino a un hoplita diciéndole a otro: “Arrímate a mi vera vecino, para que volvamos vivos los dos.”
Eso ocurrió muchísimo antes de la invención de la tecnología cuántica, internet, el microchip, los cohetes, la penicilina, el aeroplano, la electricidad, el vapor, la imprenta, la pólvora, el acero.
Eso ocurrió dos mil quinientos años antes de la invención del individualismo atroz.
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